viernes, 22 de agosto de 2014

El debate interior

-->
Oigo voces,
las mías y las otras,
las voces de los otros,
voces admitidas y voces desmentidas,
las que nombran el mundo y las que lo esconden,
las voces consentidas y las voces sin sentido,
las voces censuradas, las alegres y las quejumbrosas,
las voces inauditas,
las que fluyen dentro hacia mar adentro,
hacia el alma,
hacia la caverna paleolítica,
hacia la oquedad acuática y pétrea de luz propia,
hacia el centro de mí mismo, gruta
donde se atropellan las voces,
cardumen dislocado
y desatado
que navega
en el acueducto que soy, ramas de cristal
por donde fluye la conciencia,
algarabía,
graznido de gaviotas,
ruido ensordecedor.

Oigo voces, digo;
y si me escondo de ellas, me esfumo,
me desvanezco,
desaparezco.

Soy un bulevar de voces,
soy si alguien me anda: sólo si alguien me anda
sé si subo o si bajo.
Soy el camino que va a su propia muerte.
Para el que va, sube; para el que viene, baja.
Soy la pendiente de Montmartre 
y la vereda empinada del Tepozteco.

Soy todas las voces calladas,
mi propio silencio,
el silencio elocuente.

Soy el murmullo incesante
y los espasmos de quien me escucha.

Lo demás es cilicio.